BS"D || Rabbi Geier
Masei 5779
Las parashiot de esta semana, dichas mejubarot porque se leen dos juntas (Matot-Masei) nos dan la impresión de que el pueblo, mientras atraviesa el desierto del Sinaí, no para nunca – pero claro que no es así. Se hicieron 42 paradas durante 40 años. El relato en si – y se fueron para acá, y pararon allá, 42 veces – nos muestra incluso lo cansado que fue esta travesía. Y realmente, si vamos a lo que fue la historia del Pueblo de Israel, vemos que siempre hubo una forma u otra de traslado, desde Abraham dejando la casa de su padre al escuchar el llamado de Diós en la parashá de Lej Lejá. Hay siempre un algo de nómada, y también cuando sale el pueblo de Egipto. No es una salida simple de un lugar a otro: sale al desierto, a un lugar incómodo, muchas veces desagradable, para, solo después de un tiempo, llegar a la Tierra Prometida.
Así mismo, tampoco en Kenáan las personas se instalan y forman su hogar de inmediato. Dónde están las famosas moradas que vió Bilaam ben Beor, el brujo enviado por el rey de Moav para maldecir a Israel? Parecía todo tan apacible, tan agradable – sin embargo, eso era en el medio del desierto, donde vivian algunos en tiendas y otros, en residencias.
Y de esto se trata. Interesantemente, el pueblo no hizo una revolución. No vino Moshe, lo cambió y, de repente, era un pueblo libre. Todo necesitaba una evolución. Las revoluciones suelen tener héroes, con algunos que los siguen, otros que mueren, otros todavía que son expulsados del seno de su comunidad donde se pasa la revolución. El Pueblo de Israel no hizo ese proceso, sino que fue evolucionando de a poco. Quizás no hubiese servido que los meraglim (los espías) no hubieran visto mal a la Tierra Prometida, hubieran visto que era una tierra que emana leche y miel, porque si hubiese sido instantáneo el momento de llegar a esa tierra, entonces la evolución del pueblo no ocurriría.
El pueblo debía evolucionar – por eso no hay héroes y, en lugar de eso, tenemos algunas personalidades que ayudaran a que evolucionara, a que creciera en alma, en su devekut con haKadosh Baruj Hu (conexión con Diós), a la ley que recibieron en el Sinaí. Y nada de eso hubiese sido posible de forma instanánea.
De eso se tratan esas paradas que nos muestra Parashat Masei. Nos dice que las cosas necesitan evolución, crecimiento con la participación de todos, sin héroes individuales porque se trasladaba todo en pueblo en conjunto; todos juntos aprendiendo, dejando las malas costumbres y viendo que juntos era más fácil. Por supuesto, con un líder que los guiaba, pero no un mítico héroe que hace grandes cambios de repente, sino un maestro que enseña, un profeta que indica por que lado hay que ir, alguien que orienta mientras el pueblo va comprendiendo, aunque algunos queden por el camino. Pero cuando el pueblo finalmente llega a su destino, evolucionó y tiene una nueva forma de pensar para que pueda pegarse a las mitzvot (los preceptos) y a la construcción de una mejor sociedad.