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Lech Lecha 5779

October 15, 2018

Rabbi Geier

Español

BS"D || Rabbi Geier


Lech Lecha 5779


“El Señor le dijo a Abram: Deja tu tierra, tu lugar de nacimiento, la casa de tu padre.” ¿Con qué puede compararse esto? Con un hombre  que viaja de un lugar a otro,  y ve un palacio en llamas. Se pregunta: “¿Es posible que este palacio no tenga dueño?” El dueño del palacio miró y dijo: “Yo soy el dueño del palacio.” Así, Abraham nuestro padre dijo: “¿Es posible que este mundo no tenga quien lo gobierne?” El Santo, Bendito sea, miró y le dijo: “Yo soy El que gobierna, el Soberano del universo.”


Este Midrash intenta dar una de las explicaciones a lo inexplicable. Por qué Abram fue el elegido? Conociendo el final o el transcurso de la historia de Abraham, podemos inferir que de sus cualidades que esgrimió a lo largo de su vida, el Lord lo eligiera para ser el Patriarca de los Patriarcas y dar origen a diferentes pueblos y a tres diferentes religiones que hoy rigen en nuestro mundo.


Pero si comparamos otras elecciones que hizo el Lord respecto de nuestros líderes, la Tora es explícita en el caso de Noaj, acerca de que era un justo en su generación y que caminaba al lado del Lord. Esto lo dice en el principio de su epopeya. Suena como una explicación a la elección.


De Moshé se nos describe que fue criado en el seno de la cas real de Egipto, y aún así fue justo con quienes sufrían como esclavos aún sin saber que eran de su mismo pueblo. Hay una especie de justificativo acerca de su elección.


La Tora suele explicarnos estas elecciones.


Pero, por qué Abraham? Qué había hecho hasta que Dios lo llamó a salir de la casa de su padre y migrar a la Tierra que le iba a señalar?


El Midrash que compartí, nos dice que el mundo estaba corrompiéndose en llamas de la idolatría. Recordemos que generaciones antes el Lord se comprometió con Noaj y toda su descendencia a no volver a destruir a la humanidad luego del diluvio. Tenpia que haber otra solución.


La solución vino de la mano de alguien que sí iba a rebelarse a la idolatría existente. Alguien que, seg´pun otro Midrash, iba a entender que los ídolos no tenpian el poder que la sociedad circundante decía que tenían. Pero por sobre todo, alguien que se ocuparía no sólo de slavarse a sí mismo y a su familia, sino que se vería a sí mismo como un padre de muchos pueblos en ese cambio a creer en un sólo Dios.


Y surge una nueva pregunta. Por qué necesita el Lord de alguien que apague esas llamas o encarrile a este mundo?


Tiene que ver con el libre albedrío. Seguramente Dios puede encarrilar todo y llevarlo por el buen camino. Pero no parece ser ese el objetivo de la Creación.


Si vemos cada uno de los traspies de la humanidad, y de nuestros patriarcas y de nuestro pueblo, en ningún caso es Dios el que interviene y corrige sólo. Siempre hay un “socio” que ejerce su libertad de elección, como hizo Abraham y tierce el destino.


Nos necesita el Lord para su tarea? Quizás no. Pero no es su voluntad que seamos simples robots que acatamos leyes u órdenes. Debemos asumir nuestro derecho y capacidad de discernir y elegir. Y ser socios en el apagar los diferentes fuegos que puedan estar ocurriendo en este mismo momento en diferentes lugares del mundo.


La respuesta es que la maldad existe porque Dios le dio a los humanos el don de la libertad. Sin libre albedrío, no podríamos desobedecer las leyes de Dios. Pero al mismo tiempo, no seríamos más que robots, programados para hacer lo que el Creador desee de nosotros. La libertad y su mal uso son el tema de Adán y Eva, Caín y Abel y la generación del Diluvio.


¿Por qué no intervino Dios? ¿Por qué no impidió que los primeros humanos comieran el fruto prohibido o evitó que Caín asesinara a Abel? ¿Por qué no apagó el fuego el dueño del palacio?


Porque al darnos el libre albedrío, Él evitó estar obligado a intervenir en la situación de los humanos. Si Él actuara para impedir cada situación equivocada que estuviéramos por hacer, no tendríamos libertad. Nunca maduraríamos, nunca aprenderíamos de nuestros errores, nunca nos convertiríamos en la imagen de Dios. Existimos como agentes libres sólo por el tzimtzum, la contracción de sí mismo que hizo Dios, Su autolimitación. Es por eso que, dentro de los términos en los cuales Él creó la humanidad, Él no apaga las llamas de la maldad humana.  No porque no pueda hacerlo, sino porque decidió no hacerlo para que nosotros lo hagamos.


Por eso eligió a Abraham. Abraham fue la primera persona que registra la historia en protestar por la injusticia en el mundo en nombre de Dios, más que aceptarla en el nombre de Dios. Abraham fue el hombre que dijo: “¿Será el Juez de toda la tierra El que no actúe con justicia?” cuando Sodoma y Gomorra iban a ser destruidas por la elección hacía el mal. Mientras que Noaj aceptó y se salvó a si mismo ya su familia, Abraham no lo hizo. Abraham es el hombre del cual Dios dijo: “Yo lo he elegido para que lleve a sus hijos y a su familia por la senda del Señor haciendo lo correcto y lo justo.” Abraham fue el padre de una nación, de una fe, de una civilización.


El modelo está claro. No todos podemos ser patriarcas. Pero todos podemos asumir nuestra responsabilidad en un mundo que debemos cambiar.


Que el Lord nos ayude a abrir los ojos, justamente frente a momentos tan importantes como lo son las elecciones de las autoridades de este país, para lograr asumir la conducción de un cambio desde el lugar que podemos hacerlo. Para lograr una mejor sociedad, y un mundo mejor

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