BS"D || Rabbi Geier
Miketz 5779
La parashá de esta semana está llena de mensajes. Llena de interpretaciones. Es la parashá de los sueños. De un Iosef que es sacado de la cárcel a la que había sido confinado, para poder interpretar los sueños del faraón, que ninguno de sus magos logró ver en profundidad.
Iosef había crecido, madurado. Pasó de ser el arrogante hermano superior a ser vendido, y echado a las sombras, traicionado por una mujer. Todo esto lo empujó a madurar y dejar su arrogancia.
Es justo en este momento que el Faraón lo saca de su encierro y le permite interpretar sus sueños, lo que provoca que Iosef pase de la oscuridad a ser quien ilumina a Egipto. De ser el responsable de hacer de Egipto la nación poderosa que pasó a ser, merced a su estrategia de acopio de alimentos en las épocas de vacas gordas, para hacer frente a la otra, la de las vacas flacas.
Iosef pasa del fondo del pozo, a lo más alto. A ser visto por todos como el más grande, después del Faraón y con su política, salvar a un Egipto que podía haber estado al borde de la ruina.
Lo mismo vemos en éstos días de Januká.
Hay una paralelismo con la festividad de Januká que nos deja pasmados: de la soberbia que había en el pueblo, en medio de la cual se perdieron los valores y se mezclaron los intereses personales con la asimilación a la cultura invasora, se pasó a lo más hondo de la humillación, que fue la profanación del Templo. Tuvo que surgir Matitiahu, para elevarse de entre todos los que no veían más que oscuridad. Los Macabim pasaron a llevar al pueblo a lo más alto, pero fue necesario ese primer hombre, esa pequeña rebelión que no permitió la profanación en Modin, la aldea nativa Jasmonea, para contagiar las voluntades divididas en una nueva unión y lograr enfrentar lo que parecía imposible. Así, enfrentando a un poder muy superior, lograron reinaugurar el Templo.
La historia de Januká no entró en el canon del Tanaj. Razones varias, que seguramente tuvieron que ver con otros enfrentamientos humanos, hicieron que el relato quedara en Macabeos I y II, en historias diferentes una de otra y que ninguna incluye nuestro más conocido milagro: el del aceite encontrado en la reconquista del Templo, que se “multiplicó” por 8 días hasta poder lograr consagrar nuevo aceite, en lugar de durar un sólo día.
Sí se palpa el milagro de la reconstrucción y la reunificación del pueblo para lograr esa reinauguración. Sí se saborea cómo el dejar los intereses personales en pro de un bien común logra lo que parecía imposible.
Como en el cruce del Iam Suf fue Najshón ben Aminadav quien logró que las aguas se abrieran con la simple iniciativa de colocar su pie en las aguas que parecían que no se abrirían, hay un componente humano que parecería necesario para que los milagros ocurran.
Se cuenta que un cierto comerciante era requerido por su comunidad para pagar un alto impuesto acorde a su riqueza. El comerciante argumentó: “La mercadería de mi negocio no es mía, sino que me fue fiada”. Le dijeron: “Si no tuvieras tanto dinero, no te fiarían tanta mercadería”.
De la misma manera, Iosef dijo respecto de su interpretación de los sueños: “Fuera de mí es Dios quien responderá” (Bereshit 41:16) y el faraón le respondió: “Dios no te revelaría nada si no fueras tan entendido y sabio”. No se les fía inteligencia a los tontos.
No hubiese habido milagro alguno de Januká, si las voluntades en Modiín y posteriormente en el pueblo no se hubiesen sumado a la de los Macabim.
No van a ocurrir los cambios que buscamos, si no ponemos de nosotros para que ellos ocurran. Si no renunciamos a nuestros egoísmos u objetivos espúrios, las metas que hoy nos parecen imposibles, jamás se alcanzarán.
Tomemos cada uno la iniciativa para que el milagro ocurra y podamos iluminar en forma creciente tal como encendemos la Janukiá en un contagio de fuegos y espiritualidad verdadera en pro de mejores familias, una Comunidad mejor, un mejor país...y un mundo mejor.