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Vayeshev 5780

November 23, 2020

Rabbi Geier

Español

BS"D || Rabbi Geier


Vayeshev 5780


En esta sección de la Torá tenemos varios preceptos que resultaban más que novedosos para la sociedad de aquella época en la fueron promulgados. Algunos de los cuales ni siquiera se tiene certeza que alguna vez hayan sido cumplidos. Me refiero a Shnat Shemitá y Shnat Iovel, El año Sabático para la tierra y el año del jubileo.


Más allá del concepto de la necesidad de descanso para la tierra, el cual fue incorporado muchos años más tarde a la agricultura, el año de Shemitá y Iovel, incorporaban conceptos de justicia social únicos para la época, y aún para nuestros tiempos.


Como ejemplo, durante ese año en que no se podía cultivar ni trabajar la tierra, aquello que la tierra producía sin ayuda alguna de la mano del hombre, no podía ser explotado. Debía dejarse para los pobres y necesitados del pueblo, quienes podían hacer uso sin temor, y así alimentarse.



La idea del año del jubileo, en el cual la tierra volvía a sus dueños primigenios, más allá de las ventas que hubieran habido durante los 50 años transcurridos desde el último jubileo, era sumamente novedoso, y controversial.

Todo esto, gira alrededor de un concepto primordial: la tierra, esa por la cual se suceden guerras, hipotecas, deudas y peleas entre amigos, hermanos etc etc, NO ES NUESTRA. Apenas la tenemos a modo de préstamo durante los pocos años que pasamos en este mundo. Y quizás podemos darla en herencia a hijos, y los hijos de nuestros hijos; pero en verdad...es de Dios. El verdadero dueño de la Creación, es el Kadosh Baruj Hu. Adonai. Dios, o como queramos dirigirnos a Él.


El resto...es una mala interpretación del poder y del dominio que supuestamente tenemos sobre las cosas.


Interesante. Sobre todo porque justamente en esta parashá, y más precisamente en el capítulo 25, versículo 23 del libro de Vaiqra, el Creador nos expresa claramente “y la tierra no podrá venderse en perpetuidad, porque mía es la tierra; pues peregrinos y moradores sois vosotros para conmigo”.


Aparentemente en nuestra condición de seres finitos, podemos tener dos formas bastante opuestas de tomar nuestro paso por la vida. Y quizás los mortales convivimos a diario con ambas sensaciones.


Si analizamos la situación en forma algo más racional, llegaremos rápidamente a la conclusión de que nuestras vidas son efímeras y que este mundo es tan solo una morada pasajera. La razón nos indicará que nada podremos llevarnos de este mundo, a excepción de nuestras buenas obras, y un buen legado.  No obstante, no siempre obramos en consecuencia y vamos por la vida persiguiendo honores, dineros y otras adquisiciones que suponemos eternas pero que son, en definitiva, fugaces como nuestras propias vidas. O peor aún: actuamos maltratando o discriminando o amenazando a nuestros semejantes, haciendo evidente caso omiso al “Veahavta le reajá kamoja” (amarás a tu prójimo como a ti mismo), incluso cuando el pasuk concluye con la firma inequívoca del Kadosh Baruj Hu, con “Ani Adonai”, yo soy vuestro Dios. En flagrante desafío y descaro al manipular las leyes de la halajá en favor de intereses propios que nada tuvieron que ver nunca con los valores que nos transmitieron Jazal, nuestros sabios de bendita memoria.


Concluyendo: las palabras del parashá son ciertas, por momentos somos peregrinos en este mundo, y por momento somos moradores.

Cuando la Torá dice "...mía es la tierra, porque forasteros y residentes sois vosotros para conmigo", en realidad nos quiere decir: "No se comporten en este mundo cual dueños de casa. No hay hombre que pueda llevarse de este mundo bien alguno".

Por alguna razón, volvemos siempre al mismo punto. La soberbia.


En este caso, nos vuelve a enceguecer, y nos pone en el lugar incorrecto o nos hace interpretar erróneamente la realidad.

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