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Vayigash 5777

December 22, 2017

Rabbi Geier

Español

BS"D || Rabbi Geier


Vayigash 5777


Es interesante como no hay una clara guía de cómo perdonar.


Habiendo pasado hace no tantos días el día por excelencia ár perdonar y pedir perdón, hay una falta en nuestra tradición. Cómo se hace para perdonar? Cómo hacemos cuando alguien nos dañó en serio y dentro nuestro nos arde el dolor? Cómo hacemos cuando tenemos delante a quien provocó aquello que no se soporta, para escucharlo con justicia y benevolencia y perdonar?


Existe el camino para pedir perdón. Aún para considerarnos perdonados en caso de que el afectado no acceda a perdonarnos; pero quién nos enseña, quién nos guía y nos da pasos de redención en el caso de conceder perdones. Nadie...


Es que no se puede reglar el dolor. Incluso en el dolor máximo de pérdidas de seres queridos, no tenemos una halajá super clara acerca de “cómo debemos sufrir”. Si se nos marcan momentos. Si nos sugieren costumbres. Y es lógico: cómo vas a enseñar a otro de su sufrimiento???


Con el perdón es igual. Es el provocador el que debe “humillarse”, reconociendo lo que que hizo y el daño. No el provocado.


Hay daño mayor que la traición? El sentirse defraudado? 


Preguntémosle a Iosef. Más allá de su soberbia con respecto a sus hermanos, el que tus hermanos te traicionen, y más aún, que busquen deshacerse de uno...es un sentimiento fuerte. Desvastador, quizás.


Iosef tuvo suerte. O fue el Kadosh Baruj Hu quien lo guió. Lo cierto es que la parashá nos cuenta que no sólo prosperó, sino que fue quien salvo a su familia (y a muchos más), de la hambruna que existió en esa época en Egipto y alrededores.


Desde su lugar de “persona más importante de Egipto” podía haber tomado toda suerte de represalias para con aquellos que lo habína traicionado. Podía haber tomado vanganza, o en su dolor, simplemente no hacerse cargo del sufrimiento de su familia. En lugar de eso, les dice: “Yo habré de sustentarlos, a ustedes y a sus hijos (Bereshit 50:21). Y esto ocurre sin mediar siquiera disculpa alguna de parte de sus hermanos.


Iosef nunca fue un santo. Siento fue un “inocente” provocador de sus hermanos. Pero en esta parashá muestra su costado más humano, más sensible. Deja de lado su orgullo, en pro de conseguir SHLOM BAIT, la necesaria paz en el hogar, en la familia.


Si la Torá es ese libro que leemos cada tanto, cuando nos toca la oportunidad de pisar un Beit Kneset, entonces ésta es una historia más de los héroes imperfectos que nos propone nuestra tradición y la historia de nuestro pueblo.


Si la Torá es ese libro vivo que deseamos mantener con sus tradiciones en nuestra vida cotidiana, y su texto es un cúmulo de experiencias a ser discutidas e incorporadas o no a nuestras existencias, de acuerdo a nuestra valoración de los ejemplos de vida de nuestros predecesores, entonces, quizás el ejemplo del perdón de Iosef, sea un modelo para aquellos que atesoran rencores vanos y se alejan de los vínculos que deberían sostener comunidades, y no dividirlas.

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